En circunstancias especiales en que se produce flujo inusitado y continuo de vehículos en las carreteras, como es el caso de la Semana Santa, una de las medidas preventivas aconsejables es la de establecer oficialmente límites de velocidad a los vehículos.
A pesar de que en las autopistas dominicanas existen rótulos que indican dichos límites, pocos conductores los respetan, porque tampoco es común que actúe la autoridad para hacerlos respetar. Las indicaciones caen, por supuesto, en el vacío de lo que sistemático es su incumplimiento.
Pero si para casos excepcionales se aplicara una norma de carácter general, empleando inclusive equipos de policías de carreteras dotados de radares de control de la velocidad, talvez otra fuera la realidad.
Porque de nada vale emitir mensajes llamando a la prudencia si los conductores no perciben que hay una autoridad concentrada en hacer respetar una norma circunstancial sobre los límites de velocidad, que se aplique preferentemente en tiempos como estos, en que los flujos de vehículos son extraordinarios desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección.
Para este último día, el del regreso, se organizan unos operativos en que la autoridad dispone de motocicletas y vehículos para forzar a una marcha de baja velocidad, pero eso solo funciona en determinadas horas, no siempre.
Podría resultar más práctico que, antes de comenzar la Semana Santa, se publiquen profusamente avisos con los nuevos límites temporales de velocidad. Y que se sepa y se demuestre que la autoridad los hará cumplir, con el mayor rigor posible.
Deberíamos hacer la prueba.
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