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La memorable y emblemática
Batalla del 30 de marzo de 1844 fue en la que los Restauradores sellaron la
suerte de la Soberanía Nacional.
Según un reportaje escrito por
Frank Vinals en el periódico Diario Libre del 18 de septiembre del 2015; el dia
6 de septiembre de 1863 se ejecutó la famosa batalla.
El pueblo dominicano representado
en término general por las masas más desposeídas y dirigidas por verdaderos
leones, entre ellos, los generales Gaspar Polanco, José Antonio Salcedo
(Pepillo), “La Espada de la Restauración” Gregorio Luperón, Benito Moción y
Pedro Maria Pimentel, enfrentaron al ejercito español compuesto por un
contingente bien armado de fusiles modernos, amplia artillería y soldados con experiencia
previa en Africa, y otras zonas de conflictos.
Los patriotas dominicanos, por el
contrario, estaban armados con algunos fusiles anticuados, machetes, espadas y
lanzas; pero sobre todo con los corazones henchidos de patriotismo y coraje.
La llamada Batalla de Santiago,
realmente comenzó antes del 6 de septiembre de 1863, ya que el general Gaspar
Polanco partió desde Quinigua el dia 30 de agosto con unos 6000 hombres hacia
Santiago.
Benito Monción, que se encontraba
herido en Guayubín por un enfrentamiento personal con Buceta, al saber de la
marcha de Gaspar Polanco sobre Santiago, le prometió presentarse a la lucha, y
asi lo hizo más tarde. ¡Qué guapo!
El general Buceta, que sabia del
movimiento de Polanco, preparó las tropas españolas bajo su mando para esperar
a los patriotas dominicanos en Gurabito. Acompañaban a Buceta los generales domínanos:
Alfau y Hungría, ambos al servicio de España.
El primer enfrentamiento ocurrió
a las 11 de la mañana del 31 de agosto de 1863. En este enfrentamiento, los
dominicanos sorprendieron a los españoles y lograron despojarlos del único cañón
que tenían en Gurabito, muriendo el sargento español que los dirigía. Gaspar
Polanco se apoderó de la entrada de Santiago, y los españoles tuvieron que replegarse
a la Fortaleza San Luís, El Castillo y la Cárcel Vieja.
El 1º de septiembre de 1863 llegó
el coronel José Antonio Salcedo (Pepillo) desde Dajabón donde había hecho huir
hacia Haití al coronel español Campillo, derrotado vergonzosamente.
Pepillo que era un oficial élite
se preparó inmediatamente para atacar el castillo y apoyado por un artillero
norteamericano que había peleado en la guerra de sucesión en Estados Unidos,
hizo una desolación en las tropas españolas por su puntería; así toman la
Fortaleza San Luís y el castillo. Este artillero se llamaba Lancaster, quien
fue contratado por Pepillo.
Por otro lado, “La Espada de la
Restauración”, el glorioso Gregorio Luperón que estaba desde hacia varios meses
aislado en un campo de La Vega, al enterarse de la marcha de Gaspar Polanco
hacia Santiago, se presentó para llenarse de gloria como siempre, y contribuir
grandemente al triunfo dominicano.
Pedro Maria Pimentel llegó desde Haití
donde se encontraba buscando grandes cantidades de pertrechos militares que
fueron necesarios para aumentar la disponibilidad del por qué de las tropas
revolucionarias.
La situación española era
desesperante, situados en la Fortaleza San Luís, y con unas 200 familias
españolizantes que se guarecían confiados en el triunfo español. Los españoles
comenzaron a sentir el sitio por la escasez de agua y comida. Aunque el Río
Yaque estaba a un costado de la Fortaleza San Luís, era imposible arriesgarse a
buscar agua bajo el fuego patriota. El cerco de la Fortaleza duró hasta el dia
13 de septiembre de 1863.
Es importante señalar que antes
del incendio de Santiago, ordenado por Gaspar Polanco el dia 6 de septiembre,
las posiciones dominicanas fueron bombardeadas implacablemente y las tropas
dominicanas fueron diezmadas por el fuego de artillería y se pensó que todo había
terminado por el desorden que se armó en las filas dominicanas.
Luperón buscó varios redoblantes
y cornetas y llamó a formación de nuevo. Las tropas dominicanas se reagruparon
y la moral volvió con más fuerzas hasta lograr el triunfo.
Las fuerzas proezas efectuadas
por Gaspar Polanco, Pepillo Salcedo, Benito Monción, Pedro Maria Pimentel;
entre otros, son hombres de inmenso valor y arrojo. Estos bravos hombres
impidieron que los militares españoles sofoquen la Restauración.
Cel. 829-993-6195