Alguien dijo una vez que la historia es un gran cementerio
de héroes olvidados. De los pocos libros escritos sobre la fundación de
Barahona la mayoría sólo toma en cuenta
las grandes hazañas de los
personajes que incidieron en su nacimiento y desarrollo.
Muy pocos de ellos analiza el aspecto antropológico de las actividades humanas, principalmente de
los oficios tradicionales que se practicaban en esta población hace más de un siglo
y su evolución posterior.
Muchos de estos oficios fueron vitales para que la naciente sociedad sureña mantuviera su
ritmo de crecimiento a largo de los años.
Algunos oficios
fueron menospreciados por la mayoría de los habitantes y ejercidos
solamente por los últimos en la pirámide
social, como los campesinos, los antiguos trabajadores de la madera,
peones o bueyeros. Uno de estos oficios
tradicionales fue el pregonero de agua, comúnmente conocido por las amas de
casa como aguatero o aguador.
El oficio del aguatero en la ciudad de Barahona se prolongó
por más de 50 años y jugó un papel importante a pesar de que
algunos historiadores y costumbristas no lo resaltan en sus obras ni lo colocan
en su justa dimensión. El aguatero, fue un personaje que llegó a monopolizar la distribución del vital
líquido en toda la ciudad. ¿Pero cómo surgió este personaje?
Barahona debe a los ríos Birán y Riosito todo lo que es como
ciudad. Desde que los primeros pobladores se instalaron en caseríos formados
por bohíos, las aguas de estos ríos fueron utilizadas para satisfacer todas sus necesidades básicas. En esa época,
por tradición familiar, la búsqueda del agua era una tarea exclusivamente para
los niños y las mujeres.
Durante muchos años la economía de lo que se conoció como
Barahona estuvo apoyada en el corte de la madera, principalmente de caoba y
guayacán. Si bien esta actividad le dio un impulso económico a Barahona, aún
así muchos ciudadanos se encontraban sumergidos en la pobreza extrema.
La necesidad de encontrar una actividad de subsistencia
obligó a muchos de estos ciudadanos a realizar labores muy duras en las calles,
entre ellas la de buscar agua en los ríos cercanos de la ciudad para las
familias adineradas o de privilegiada posición económica. Este sector social estaba compuesto en su
mayoría por familiares de los comerciantes, funcionarios, militares,
profesionales, dueños de los principales aserraderos o trapiches.
A falta de un sistema de acueducto de agua potable, muchos
habitantes dependían de los servicios de los
aguateros para dotarse del vital líquido. El agua almacenada en las
viviendas era utilizada para el consumo y el aseo personal o mantener la
higiene en el hogar.
A partir de la década de 1881, con la creación de Distrito
Marítimo de Barahona, la ciudad empezó una transformación social y económica profunda. Hubo un
crecimiento significativo de su centro urbano gracias al incremento de la
población y de las actividades comerciales de los inmigrantes árabes y
europeos. Fue a partir de entonces que el oficio de aguatero floreció en
la ciudad.
Las pocas referencias históricas escritas que tenemos de los
aguateros a partir de esa época es que transportaban el agua en pequeños
barriles de madera. Algunos lo hacían a
pie y otros utilizaban burros para la tarea.
Aunque no existe ningún archivo histórico que confirme que
la venta de agua al pregón estuvo reglamentada por el Ayuntamiento de Barahona,
sabemos que fue una actividad realizada sin el consentimiento de esa
institución que, contrario a los vendedores ambulantes de productos agrícolas y
buhoneros, ni los apresaba ni los perseguía.
Las únicas
resoluciones del ayuntamiento contra los aguateros conocida públicamente fue la
ordenarle recoger el agua para el consumo humano en lugares muy específicos de los ríos Birán y
Riosito. Se desconoce también si el ayuntamiento de esa época cobraba algún
tipo de impuesto a los aguateros por la comercialización del agua en la zona
urbana.
Generalmente el
aguatero hacía su pregón de agua fresca y limpia a viva voz por las calles,
otros en cambios utilizaban una pequeña campanita para anunciar su presencia.
Para esa época el almacenamiento del agua en las viviendas se hacía en grandes
tinajas de barros o higüeros, también en bidones de metal.
El oficio era duro y
el margen de ganancias muy escaso. El aguatero
tenía que levantarse temprano y recorrer grandes distancias varias veces
al día para llenar los recipientes en las viviendas. Cobraba a sus clientes una
suma módica dependiendo del número de viaje que realizaba al río.
La época dorada del aguatero llegó a su fin cuando en 1922
el ayuntamiento Municipal de Barahona puso en funcionamiento el primer
acueducto de agua potable de la ciudad. Fue a partir de entonces cuando el
oficio de aguatero fue cayendo en desuso.
Aunque el aguatero
trató de adaptarse a los nuevos tiempos (dejó de recoger el agua en los
ríos para abastecerse en las principales fuentes públicas de la ciudad y
venderla en algunos barrios donde aún no llegaba el agua potable), su
suerte estaba echada, en pocos años el
progreso se llevó a este laborioso personaje de nuestro paisaje urbano.
Tal vez muchos historiadores no lo tomen en cuenta en sus
relatos históricos, pero el aguatero tuvo una importancia vital tanto económico
como social para la ciudad de Barahona
en el siglo pasado.
Para nosotros el aguatero fue un héroe, un personaje histórico que los barahoneros no debemos olvidar. Por lo tanto, tenemos
que rescatarlo del tribunal del olvido para
enriquecer nuestra cultura y tradiciones.
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