-Estima se repiten viejos errores de la política exterior de
Estados Unidos.--

La organización política que
lidera Miguel Mejía planteó que la designación de Brewster hace visible que los
favores electorales se pagan con altos cargos en el servicio exterior, dejando
la sensación de que, mientras más dinero se recaude más cerca puede hallarse un
candidato a Embajador de las sedes diplomáticas de las más importantes naciones
del mundo.
“Ni más ni menos, sin importar
razones de idoneidad, dominio del idioma, aptitudes, capacidad intelectual ni
experiencia previa”, deploró Mejía a través de un Documento de Prensa de la
Comisión Política del MIU.
El Secretario General del MIU
sostiene que el presidente Obama no ha sido, precisamente, un herético
revolucionario de la política estadounidense, sino un pasivo continuador de
prácticas clientelares y partidistas en el gobierno, de esas que premian
favores y desoyen el mérito y la capacidad de los funcionarios; que improvisa
nombramientos y desconcierta por el grado de chapucería con que, en ocasiones,
se conducen sus más altos cargos, como acaba de ocurrir con la designación de
James “Wally” Brewster, el nuevo embajador en República Dominicana.
Dijo que lo criticable en la
designación de Brewster, lejos de lo que
muchos pueden pensar, no es que sea un conocido activista gay, copresidente del
Colectivo Nacional Demócrata de
Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (LGTB), aunque ello, sin duda,
aportará tensiones, según la percepción, justificada o no, de una parte de la
población dominicana y sus instituciones.
En ese sentido, planteó que las
diferencias culturales entre Santo Domingo y San Francisco, o entre San Pedro
de Macorís y Amsterdam, no debieron ser obviadas por quienes promovieron la
candidatura del señor Brewster al cargo en en República Dominicana.
“Es justa la lucha contra toda
forma de discriminación por razones de género, preferencia sexual, religión,
etnia, ideología o color de la piel, pero el triunfo de la justicia, en este
campo, ha de ser fruto de la educación, el razonamiento y la información, no de
la imposición inapelable de las mismas”, citó.
Dijo que los políticos
norteamericanos, a pesar de su conocida propensión a sermonear y creerse ejemplos
para el resto del universo, no son nada originales. “Repiten hasta la saciedad,
no sólo los mismos discursos, sino también los mismos errores”.
En ese orden, consideró que el presidente Obama
no es la excepción aunque sus asesores de imagen se esfuercen por seguirlo
presentando como un consumado reformador, artífice del cambio y generador de la
esperanza.
Recodó que “desde la campaña
del 2008, organizaciones como American Foreign Service Association y American
Academy of Diplomacy reclamaron que las designaciones de los embajadores
norteamericanos en el exterior no fuesen rehenes de compromisos electorales, y
que en caso de serlo, estas no rebasasen el 10% de los 185 jefes de misiones
que el país mantiene en el mundo”.
Agregó que en el gobierno de Bush
estas habían alcanzado el 33%, y en el de Obama, en su primer mandato, el
29,7%, a pesar de que una ley federal de 1980 establece que “…las
contribuciones a las campañas políticas no pueden ser un factor a tener en
cuenta a la hora de nombrar a una persona como Jefe de Misión en el exterior”.
Consideró que mientras la
política exterior de los Estados Unidos siga siendo comparsa y víctima de los
enjuagues politiqueros de la administración de turno, las demás naciones
“seguiremos sufriendo las consecuencias de la improvisación y la chapucería”.
“El mensaje está muy claro: el
gobierno de los Estados Unidos no toma en serio ni a sus más poderosos aliados
estratégicos, ni le importa tener ante ellos interlocutores eficientes y
prestigiosos pues la política que importa es sólo la de Washington. Tendremos
nuevo embajador, pero los problemas siguen siendo los mismos”, aseguró.
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