Este 30 de mayo se conmemora el 51 aniversario
del ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo y Molina, quien
gobernase al país mediante los más crueles métodos de terrorismo de Estado, y
una especial voluntad homicida para eliminar a quienes tuvieron el valor y el
civismo de oponerse a su régimen de oprobio.
Miles de hogares dominicanos fueron enlutados
por la mano ensangrentada de quien fuese el fruto directo de la ocupación
norteamericana de 1914 a 1926. Miles de ciudadanos sufrieron todo tipo de
vejaciones y atropellos, dentro y fuera del país, durante sus 31 años de
permanencia en el poder, mientras las riquezas nacionales, y el fruto del
trabajo colectivo terminaba nutriendo las arcas del dictador, su familia y sus
cómplices.
Trujillo significó para la nación el
despliegue de un proyecto modernizador capitalista basado en la explotación
extrema de los trabajadores, el robo de la riqueza nacional y el encumbramiento
de una élite apátrida, que rendía culto a las ganancias y al poder indisputado
del imperialismo norteamericano, principal valedor y sostén de la dictadura,
especialmente durante los años de la
Guerra Fría.
Contra el tirano se alzaron las reservas
morales del pueblo dominicano, apoyadas por la solidaridad internacional. Un
día como hoy, hace más de medio siglo, cayó abatido, sin que con su muerte se
lograsen culminar los cambios radicales que requería el desarrollo de la nación. La revolución justiciera,
popular y democrática que se esperaba tras su desaparición física fue
mediatizada por la acción del imperialismo norteamericano y la oligarquía
nacional.
El breve paréntesis que representó el gobierno
del profesor Juan Bosch, en 1963, duró apenas siete meses. Tras la gloriosa
revolución constitucionalista de 1965,
se impuso al país un régimen neo-trujillista, no menos sangriento ni expoliador
que el de la dictadura. Hasta nuestros días, a través de formas
metamorfoseadas, muchos rasgos políticos de aquel régimen, y del de sus
continuadores, han perdurado, formando parte de la crisis institucional y
política que subyace bajo la realidad del país.
Con la muerte de Trujillo no desapareció el
Trujillismo, ni las condiciones profundas que condicionaron su aparición en la
escena nacional. Las recientes elecciones presidenciales, y sus resultados, son
una muestra de las ansias de justicia e igualdad insatisfechas, que por
diversos canales, continúa exigiendo la sociedad dominicana, como hace más de
medio siglo.
Sea esta jornada conmemorativa ocasión
propicia para que todos reflexionemos sobre el destino histórico de nuestra
Patria, y que ello nos sirva de estímulo para la participación consciente en
los procesos de cambios que, inexorablemente, se avecinan.
Que la voluntad del pueblo dominicano,
demostradamente capaz de vencer a las tiranías y los tiranos, continué
brillando y señalando el camino al futuro.
COMISION
POLITICA
MOVIMIENTO IZQUIERDA UNIDA,MIU
Mayo 30, de 2012.
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